Por ello, es un honor para nosotros presentar un artículo de un pensador del fútbol, Julen Castellano Paulis, Profesor de Fútbol del Instituto Vasco de Educación Física.
1. Introducción
Conocer la
lógica interna de cualquier deporte nos acerca de forma pertinente la identidad
de la actividad en cuestión. Ser sabedores de las características endógenas del
fútbol, sitúa a los preparadores en una posición aventajada, que facilitará
enormemente el desarrollo de su labor diaria. Respetar la especificidad del juego
en los entrenamientos es una regla de oro a mantener. ¿Cuál es esta
especificidad? La primera dificultad que se nos plantea es la de escoger los
rasgos que caractericen la lógica interna de la actividad. Nosotros hemos partido
de los criterios de la acción motriz (Parlebas, 2001), lo que permite agrupar
al tiempo que diferenciar el conjunto de actividades ludomotrices existentes y
por existir. De esta manera podremos reconocer y emparejar las actividades o
tareas que mantengan unas características principales comunes en su lógica interna
(espacio de acción estable o variable, consumo energético, interacción,
relación temporal, vértigo, riesgo…).
Disponer de una diferenciación
de dominios de la acción motriz no basta para predecir todas las
consecuencias que comportan la práctica de las actividades pero
ofrece un sustento que nos permitirá desarrollar una programación de la
enseñanza, entendemos, coherente. Partimos de la base de que la
semejanza de rasgos de la lógica interna debería favorecer las transferencias del
aprendizaje, aunque esto no siempre ocurre de manera automát ica (Parlebas, 2001).
Asumidos los
rasgos del juego, la segunda dificultad con la que nos encontramos está
centrada en la confección de tareas pertinentes de entrenamiento, es decir, que
no se alejen de la lógica interna del juego a pesar de que podamos incluir
cierto tipo de modificaciones orientadas a la consecución de unos objetivos
motrices concretos. Este es el tema central del artículo.
Por último, el
tercer obstáculo que quedaría por resolver sería el de comprobar si las tareas diseñadas
por los entrenadores, y que respaldados por la presencia de estas en el mismo dominio
de acción motriz que el fútbol, cumplen los objetivos deseados por los
entrenadores con respecto a la competencia motriz obtenida por los jugadores.
Una cuestión todavía sin resolver y que requiere de rigurosos trabajos para
poder seguir avanzando en este tema.
A modo de ejemplos
se presentan una serie de propuestas en esta tercera línea.
Nuevas
aportaciones desde un marco científico deberían permitir dar respuesta a las
innumerables preguntas que los entrenadores, preparadores, monitores,
profesores de educación física, se hacen habitualmente con relación a las
estrategias de entrenamiento que diseñan.
2.
Características de base de las tareas
En este
documento proponemos alternativas para la creación de tareas de entrenamiento en
fútbol. Vamos a aportar pautas para modificar ciertos parámetros del juego que
nos permitan la construcción de formas jugadas, pero eso sí, procurando que
estos cambios no afecten a los fundamentos de la lógica interna originaria, la
del fútbol. Vamos a mantener intacta la estructura de base, algunos de los
rasgos definitorios de la lógica interna, esto es: duelo colectivo, uso
simultáneo del balón, secuencia libre de las posesiones, espacio polarizado y presencia
de marcador.
Dejamos a un
lado todas aquellas actividades que no pertenezcan al dominio de acción
motriz del fútbol, es decir, dominios
sicomotores, o sociomotores de colaboración u oposición exclusiva. Nos situamos
concretamente en los duelos colectivos2. Estos duelos tienden por lo
general a ser simétricos, de información completa (Parlebas, 2001). Además, en
el rango deportivo, carecen de efectos perversos generados en los juegos
paradójicos. Este tipo de actividades debe llevar implícito una intermotricidad
simultánea3, es decir, la red de conexiones práxicas que implica a los
participantes en acciones, reacciones y preacciones en las que la inventiva de
cada uno sólo adquiere sentido y realidad en relación con la de los demás
(Parlebas 2001, p. 78). La red de comunicación que los define es la de colaboración-oposición4,
dejando claro que las relaciones dentro del grupo son siempre de colaboración, mientras
que las intergrupales son siempre de oposición. Queremos matizar que en ambos
equipos existe colaboración, es decir, que las unidades consideradas están
conformadas por dos o más jugadores. Su estructura de relación se conoce como
la red 2-exclusiva estable por equipos5. Estamos haciendo referencia
a una estructura de coaliciones conexa y completa.
Respecto al uso del balón vamos a
decantarnos por respetar la propia que el fútbol tiene, la simultaneidad6.
No hay que confundirlo con la alternancia que los jugadores tienen del balón.
Las excepciones quedan circunscritas en lo que se denomina ‘juego a balón
parado’, donde el equipo a quien corresponde la puesta en juego del balón
dispone de cierta libertad (temporal y espacial) para poner el balón en juego,
no pudiendo ninguno de los jugadores del equipo adversario intervenir sobre el
balón antes de que el equipo lo ponga en movimiento.
En el resto del tiempo la
disponibilidad en el uso del balón dependerá de la propia iniciativa de los
jugadores, ya que no existe ningún impedimento o limitación reglamentaria al
respecto.
Los conceptos de posesión y no
posesión del balón, no pueden tomarse de forma aislada.
Orta, Pino y Moreno (2000)
apuntan a que en la dinámica de juego es preferible hablar de ciclos de juego7
y unidades competitivas8 (Álvaro, Dorado, González Badillo,
González, Navarro, Molina, Portolés y Sánchez, 1995), de forma que permita
secuenciar transiciones de posesión-no posesión del balón (o lo que algunos
denominan ataque-defensa) o, no posesión- posesión del balón (defensa-ataque)
tal y como se dan en la acción de juego en fútbol.
Un ciclo de juego está compuesto,
como mínimo, por una unidad de competición y como máximo por tantas unidades de
competición, de un equipo o de ambos, como se produzcan hasta que el balón deje
de estar en juego. Dentro del concepto de ciclo de juego, según Mombaerts
(1991) las secuencias de posesiones y no posesiones que se dan se pueden agrupar
de la siguiente manera:
• De 1 único eslabón (posesión o
no posesión)en el 30% de las veces.
• De 2 eslabones (posesión-no
posesión o no posesión-posesión) el 25% de las veces.
• De 3 eslabones (posesión-no
posesión-posesión o no posesión-posesión-no posesión) otro 25% de las veces.
• De 4 ó más eslabones el 20% de
las veces. Como podemos comprobar el 70% de los ciclos de juego tiene posesión
y no posesión del balón (25% de 2 + 25% de 3 + 20% de 4 ó más). Considerando
los conceptos de ciclos de juego, secuencias de las posesiones y unidad competitiva,
los inicios y finalizaciones de las posesiones podríamos definirlos también con
nuevos matices. Nosotros vamos a denominar secuencia libre de posesiones a
la alternancia de posesiones y no posesiones de balón de las que pueden
disponer los equipos y cuando ésta se suceda sin ningún tipo de limitación reglamentaria
(únicamente desde el punto de vista temporal). Es decir, nos referimos a que
exista la posibilidad de que se puedan secuenciar cualquier número de
posesiones y no posesiones de balón para uno y otro equipo, tal y como ocurre
en el fútbol.
La orientación del espacio es
otro de los aspectos particulares que caracteriza el juego en el fútbol. Las
dos porterías, la que se defiende y la que se ataca, ubicadas en los extremos
del terreno de juego mediatizan indiscutiblemente la forma en la que los
equipos ubican, orientan y forjan sus ‘caminos’ preferenciales de acción
(Castellano, 2000). Decimos que un juego no está orientado cuando no tiene ningún
tipo de objetivos de marca o porterías.
Por el contrario, una tarea
estará orientada cuando disponga de porterías a las que los jugadores deban
orientar los ataques y las defensas, sean estas: porterías reglamentarias o no
reglamentarias, zonas de marca, objetos de marca o personas de marca. Cuando
estas porterías u objetivos de marca estén repartidos, (los equipos saben
cuáles defienden y cuáles atacan), desde antes de iniciarse el juego, diremos
además que está polarizado. En este último caso nunca se podrá defender
una portería a la que se está atacando. Los tres niveles escogidos para
determinar la orientación del espacio en las tareas de entrenamiento (no orientado,
orientado y polarizado) implican realidades bien distintas. Jugar en un espacio
no orientado (habitualmente llamado ‘cuadrados’) tiene poco que ver con el
despliegue motor de los jugadores para aproximar el balón hacia
‘algo’ en un juego orientado. Las
necesidades generadas en los equipos cuando juegan en un espacio polarizado
llevan implícitas comportamientos altamente significativos respecto a la
ubicación, colocación, desplazamiento y/o uso del espacio que jugadores y
equipos realizan cuando tienen el balón o cuando no lo tienen.
Por último, todas las actividades
o tareas que vamos a proponer van a disponer de memoria respecto a los
acontecimientos que puntúan, de tal forma que la competición dentro de la
actividad sea una realidad y el hecho de saber quién ganará o perderá sea una
incógnita a dilucidar al final de cada enfrentamiento. Las tareas dispondrán de
su propio soporte de marca con su sistema de tanteo que recordará
a los jugadores las interacciones de marca conseguidas durante el desarrollo de
la práctica.
En la siguiente tabla quedan recogidas
las características que permanecerán invariables.
Cualquier tarea motriz creada a
partir de las pautas que proponemos para la modificación de la lógica interna
mantendrá dichos rasgos de base.
3. Pautas para
la modificación de la lógica interna del fútbol
Como sabemos, el reglamento
condiciona en gran medida la actuación de los jugadores
de fútbol, limita la puesta en
juego de su motricidad, convirtiéndola en socio-motriz, de manera irrevocable les
sitúa en un contexto de incertidumbre social. Estas limitaciones reglamentarias
que caracterizan la lógica interna del fútbol podemos agruparlas en cuatro
grandes niveles: temporal, espacial, con relación al uso del balón y con
relación a los participantes.
Subrayando nuevamente que vamos a
respetar los rasgos de base antes mencionados proponemos, no de manera
exhaustiva, pautas que nos permitan crear formas jugadas de fútbol y
pertenezcan al mismo dominio de acción motriz.
A.
Modificaciones del espacio
Las pautas para la modificación
del espacio se centran sobre todo en todos aquellos cambios que se proponen
tanto en el terreno de juego como en las dianas que permiten puntuar.
Estas podrían ser algunas de las
posibles modificaciones a realizar:
1. Dimensiones y/o formas del
terreno de juego
a. Rectángulos, cuadrados,
círculos, trapecios, polígonos...
b. Mayor o menor con relación al
"espacio individual de interacción"
2. Subdivisiones (subespacios)
del terreno de juego
a. Fijos: Trasversales, longitudinales,
oblicuos, combinados, otros... [Código A-1 y
A-2]: i. Estableciendo
prohibiciones, obligaciones, secuencias, penalizaciones, puntuaciones del uso
del espacio
b. Variables [Código A-3]: i. Con
relación a la ubicación del balón:
• por delante, por detrás, a su
izquierda, a su derecha, lado débil, lado fuerte...
• Hasta donde el rival llega con
el balón (línea imaginaria) ii. Los jugadores (fuera de juego) iii.Con relación
a los adversarios (contextos de interacción)
3. Número, tipos, formas,
dimensiones y u b i c a c i ó n de los objetivos que puntúan (porterías,
objetos, espacios, personas,…)
4. Variando la distancia de
enfrentamiento motor
B.
Modificaciones del tiempo
Las pautas para la modificación
del tiempo podemos concretarlas tanto en aquellos aspectos del juego
relacionados con el balón como los no relacionados con él. Estas podrían
ser algunas de las pautas a utilizar en la modificación de este parámetro:
1. Limitar la acción
respecto al uso del balón
a. Limitar u obligar la posesión
individual del balón: a todos los jugadores, a algunos jugadores en concreto, a
una línea determinada i. Establecer ritmos de acción o secuencias.
b. Limitar u obligar a la
posesión colectiva del balón [Código B-1] i. Con relación al espacio: campo
propio, adversario o total ii. Con relación a un tipo de conducta: tiro, pase,
conducción,... i i i .Establecer ritmos de acción o secuencias.
2. Limitar la acción de
los jugadores sin relación al uso balón
a. Cuando el equipo tiene
posesión del balón
[Código B-3] i. Establecer
tiempos de permanencia individual
b. Cuando el equipo no tiene
posesión del balón [Código B-2]
i. Establecer tiempos de
permanencia individual
ii. Establecer tiempos de
permanencia colectiva
C.
Modificaciones de la relación con el balón
Nuestra propuesta donde se
establecen pautas para la modificación de la relación que tienen los jugadores
sobre el balón podemos agruparlas en estas alternativas:
1. Establecer las superficies
de contacto a utilizar
a. Establecer secuencias de
ejecución
2. Establecer partes del cuerpo o
miembros a utilizar [Código C-1]
3. Modificar, prohibir u
obligar un ‘modelo’ de ejecución técnica [Código C-2 y C-3]
• Simplificándolo
• Complicándolo
D.
Modificaciones de la relación entre los participantes
Por último, las pautas para
modificar el parámetro interacción pasan por alterar la red de comunicación que
se establece entre los jugadores de un mismo equipo y/o los del rival, concretamente:
1. Simetrías y disimetrías cuantitativas
2. Simetrías y disimetrías cualitativas
a. Porteros
b. Otros subroles
3. Establecer redes internas de
relación
[Código D-2 y D-3]
a. Orden
b. Subgrupos
c. Número de jugadores del equipo
que deben participar antes de la consecución del gol
4. Puntuar ciertos aspectos de
interacción
[Código D-1]
Habitualmente las tareas de
entrenamiento que se van a proponer pueden aglutinar la modificación de más de
uno de los parámetros señalados. Es difícil encontrarse una única modificación
de un único parámetro. La combinación permite multiplicar hasta el ‘infinito’
las opciones para la creación de formas jugadas a aplicar en los entrenamientos.
A partir de estas pautas, inventarse juegos de fútbol es relativamente sencillo.
4. Aplicaciones
para el entrenamiento
Conocer esta dinámica para la
creación de formas jugadas puede ser una herramienta de
gran importancia para el
entrenador o preparador.
Tanto la variedad en los
contenidos de entrenamiento como su proximidad contextual con el deporte que se
quiere enseñar son dos de los requisitos básicos del proceso de enseñanza aprendizaje
del fútbol. Con estas aplicaciones lo conseguimos. En el ANEXO I presentamos la
aplicación en forma de situaciones jugadas donde hemos realizado modificaciones
de algunos de los parámetros que
antes hemos descrito teóricamente.
5. Idoneidad de
las tareas de entrenamiento
Por otro lado sabemos que la
adecuación de los contenidos de entrenamiento no es una tarea sencilla.
Requiere una larga práctica por parte de los jugadores y, como no, del
entrenador, es decir, la propuesta práctica a desarrollar en los entrenamientos
será específica para cada equipo y entrenador. Las necesidades, virtudes y/o
defectos de unos y otros deben orientar de forma específica los tipos de
contenidos a poner en práctica. Sabemos que cada entrenador tiene un concepto
de juego propio, un estilo definido, una estrategia particular, un sistema de
base, unos tipos de jugadores peculiares, etc… que hacen que no se puedan
repetir los diseños de los entrenamientos de forma universal.
La elección de unas u otras
actividades, de unas u otras modificaciones de los parámetros tendrá un fin que
deberá ir acorde a la realidad propia del equipo y sus responsables.
Pero no acaban aquí los
problemas. ¿Cómo sabemos que lo que el entrenador ha propuesto se acerca a lo
que él pretende conseguir? La idoneidad de las formas jugadas planteadas debe ser
contrastada. El cuaderno de notas donde los entrenadores preparan
cuidadosamente las tareas de entrenamiento puede soportar cualquier contenido.
En realidad, el papel ‘aguanta’ cualquier modificación de la lógica interna que
dé lugar a una forma jugada originaria, por extravagante, complicada, rebuscada
o particular que ésta sea. Pero será necesaria una prolongada y sistemática
puesta en práctica de su original propuesta sobre el terreno de juego, para comprobar
si los efectos deseados, esperados y obtenidos (Parlebas, 2001) por el
entrenador, por el juego o tarea y en los jugadores van de la mano. ¿Permite la
forma jugada diseñada trabajar especialmente el tipo de conductas motrices que
el entrenador desea trabajar? ¿Se ajustan a los objetivos marcados? La
intuición del entrenador es en este caso de gran valor, porque debe proponer la
dirección que deben tomar las formas jugadas que él desea incluir en los entrenamientos,
aunque esta experiencia no es suficiente. Si pretendemos ser rigurosos, la
observación asistemática e informal debe dar paso a una observación sistemática
de las situaciones motrices, donde los objetivos, las unidades de observación,
los sistemas taxonómicos, las técnicas de muestreo, el registro de los datos,
la calidad de los mismos y las técnicas analíticas estén coherentemente organizados
(Anguera, 1991). Ya se han propuesto diferentes alternativas para describir la
dinámica de funcionamiento del juego en su vertiente espacial, mediante Locogramas o Balongramas, midiendo
aspectos temporales a través de Cronogramas, registrando las decisiones
motrices que los jugadores toman durante el juego utilizando Ludogramas o
mediante el SOCCA que permite contextualizar y secuenciar la interacción
generada en cualquier enfrentamiento.
Si estos análisis se realizan con
las directrices metodológicas pertinentes nos serán de utilidad, ya que nos permitirán
establecer cuáles son los caminos de acción preferenciales de los jugadores,
situados estos en las originales tareas motrices diseñadas por el entrenador.
De esta manera podremos comprobar
si los efectos que se esperan de la tarea se corresponden con lo que ocurre o
proponen los jugadores. El camino para lograr esto no es sencillo.
6. Discusión
Si las pautas que en este
documento se han proporcionado para la modificación de la lógica interna del
fútbol tienen una aplicación inminente en el entrenamiento, una aproximación científica,
de garantía, está por ver. De momento sólo nos podemos ‘agarrar’ a la lógica
que nos permite pensar que ubicar a los jugadores en situaciones ludomotrices
pertenecientes al mismo dominio de acción motriz, es decir, al campo en el que
las prácticas corporales son consideradas homogéneas respecto a criterios
pertinentes y precisos de acción motriz (Parlebas 2001, p. 161), nos pueden garantizar
la transferencia del aprendizaje, es decir, hacer que concuerden los efectos perseguidos,
esperados y obtenidos. En el fútbol sería absurdo sustituir la interacción
práxica real por ejercicios de entrenamiento de una técnica aparentemente
impecable pero sin intervención directa de otros participantes Parlebas 2001, p. 78).
De momento, la utilidad de esta
estrategia resulta evidente y enriquecedora, porque permite acondicionar y
orientar el fútbol como contenido hacia ciertas formas jugadas para enfatizar o
remarcar determinados aspectos del juego o conductas de los jugadores que queremos
potenciar, haciendo que éstos se vean favorecidos. Es decir, estamos
polarizando las formas jugadas próximas al fútbol para conseguir potenciar
aspectos concretos del juego de forma más remarcada sin por ello prescindir o
renunciar al rico contexto sociomotriz del fútbol. Necesitamos generar
contenidos de entrenamiento que sean sencillos pero no más simples, para no
perder la riqueza contextual de la acción motriz del mismo, haciendo que los jugadores
aprendan a jugar con los mismos condicionantes que encontrarán cuando
practiquen el fútbol.
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